La Hora del Patio


Durante treinta minutos los maestros nos dejaban de ametrallar con aquellas consignas que había que memorizar. Treinta minutos de fútbol, canicas, cazar lagartijas y sobretodo esa lucha por imponerse sobre los demás niños, conseguir destacar entre los cabecillas. Una situación difícil que parecía el rodaje de lo que sería la vida de adultos. A veces para destacar tenías que rozar la maldad absoluta, pero lo único importante era destacar. Yo y mis secuaces luchábamos por tener el mayor carisma dentro de esa jungla de uniformes recién lavados.
Era extraño jamás me había fijado en ella, ni en ninguna, las consideraba estúpidas. No, creo que ni existían para mí, pero aquel curso fue distinto. Aún recuerdo aquel partido de fútbol, íbamos ganando por un gol a Octavo, un curso superior al nuestro. Recibí un pase en profundidad y con mis largas zancadas logré alcanzar el balón por un extremo del campo cuando un mulato me interceptó por detrás, haciéndome salir disparado del terreno de juego. Mientras un compañero se encargaba de lanzar la falta, fui a una pequeña fuente que había a unos metros del campo para limpiar la herida que me había ocasionado el bastardo en la rodilla. Cerca de la fuente pude apreciar un tumulto de féminas observándome entre risillas.
Cuando refrescaba la rascada volví a mirar a esa acumulación de faldas sin interés y de pronto mis ojos encontraron una respuesta desconocida hasta entonces. Era ella, respondía a mi mirada de una manera distinta, con una soberbia desconocida, la soberbia de la delicadeza absoluta. Desvaneció enseguida el dolor de la herida y empecé a sentirme indefenso, débil, absurdo ante tal potencial de emociones que me infligían sin piedad esos ojos azules.
Desde entonces todos mis actos en esos treinta minutos se convirtieron en crear un héroe de dimensiones desconocidas en aquel colegio. Creación abortada por la fuerza superior de otros niños, haciéndome caer la mayoría de veces en el fracaso y la humillación total. Pero cada noche creaba una nueva estrategia buscando recuperar el azul de su mirada.
Un día al ver tan lejano el triunfo de mi presencia ante ella, me lancé en picado con la vehemencia del niño que aún era y le escribí en un papel una poesía con la cual intentaba explicarle la confusión que había creado en mi vida. Una confusión que me hacía sentir con las fuerzas suficientes para cambiar el mundo haciéndolo un sitio perfecto para ella.
Cuando tocaron la salida estaba tan nervioso por ver su reacción que casi no atinaba a guardar mis cuadernos dentro de la mochila.
Ya en la puerta, ella estaba esperándome con sus amigas y mi poesía en sus manos. Logré ser lo suficientemente valiente y me planté ante ella intentando mantenerme recto, postura que siempre me había inculcado mi madre, ella me miró a los ojos devolviéndome el azul y rompiendo todas las defensas posibles que podía albergar mi joven personalidad.
-¿Lo has escrito tú?
-Sí
-Pensaba que solo eras un bruto más de tu pandilla
-Tal vez
-Tonto, es muy bonita esta poesía, a lo mejor algún día te conviertes en un gran poeta, pero eso no te lo puedo prometer, lo que sí te prometo es esto. Y me besó, mi primer beso. Luego se marchó.
Me quedé allí, inmóvil como un árbol, intentando absorber cada segundo de lo ocurrido en mi memoria.

Después de unos meses descubriendo el amor con ella, su padre, un arquitecto famoso, emigró a otra ciudad, robando en aquella evasión mi amor azul.
Al despedirnos ella me suplicó que no la olvidara. Me dijo que siempre que cogiera un papel y un boli y escribiera lo que sentía sería como si ella estuviera a mi lado. Por eso jamás he dejado de escribir y aún a veces intento crear una poesía romántica con la ilusión absurda de que la lea algún día y que el viento se convierta en cómplice de mi corazón y me traiga los sentimientos que despierten en ella mis versos.

He vuelto a soñar
Con lagartijas
Niños violentos
Profesores absurdos
El azul que marcaba mis días
El recuerdo de tu sonrisa de niña ha calmado por un momento las heridas de mi ya viejo corazón. Soñar contigo demuestra que aún estoy vivo y aunque sensaciones absurdas inundan mi mente.
A veces me parece imposible mantenerme sobrio ante tal cúmulo de estupideces circunstanciales que me hacen difícil ver la realidad de mi interior. La única realidad que vale la pena seguir en esta vida.
El cansancio volvió a vencer a las ideas mientras el escultor de pensamientos dejaba caer el vaso de vino y su espíritu tomaba posesión de su cuerpo etílico envolviéndolo, más aún, en la magia de aquellos años.
Una magia de color azul.

Relato extraido de la colección inedita "Sueños Rotos" 2000-2002 Jorge Maruejouls


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