Estaba en la biblioteca pensando como
despedirme de esta sección “Escrituras
Hipertextuales”, como estructurar todas mis conclusiones al respecto,
muchos conceptos y demasiado inestables. Cruzo las piernas sobre el suelo, el
pasillo de siempre, paso las páginas de libros ya leídos y me sumerjo en mis
cavilaciones. Pero algo en uno de los libros me agita. Se muestra orgullosa,
segura de sí, tanto que más que mirarla me mira. Sí, aquella puta parisina de
pudor olvidado que pinto Manet, claro, me refiero “Olympia”. Es entonces cuando me doy cuenta de la similitud entre
la aparición del impresionismo y la irrupción de las escrituras hipertextuales.
La narrativa de los cuadros de estos artistas
es escueta, para ellos ya no se trata de explicar algo que despierte un
sentimiento, sino de mostrar directamente lo sentido por el artista, su
impresión hacía aquello observado, lo demás ya formara parte del espectador.
Éste será el que se tendrá que mover, cambiar de ángulo para entender las
pinceladas, para descifrar lo que sintió. El arte dejara de ser un mecanismo de
adiestramiento del poder y se convertirá en un ejercicio intelectual para el
espectador, algo que no esta allí para sosegar sus humores sino para despertar
su curiosidad intelectual.
Las escrituras hipertextuales despiertan
nuestros sentidos, aceleran la absorción de conocimientos, avivan nuestro interés.
Ya no se trata de una lectura lineal en la que no se puede interactuar, eso era
algo que arrastrábamos del medioevo, de sus libros sagrados, de su manera de
entender el conocimiento como algo que no esta abierto a discusión. Las
escrituras hipertextuales nos alejan de esa manera caduca de entender el
conocimiento igual que los impresionistas enseñaron a mirar de una manera
distinta a su generación, los alejaron de los cánones y los invitaron a buscar
alternativas.
Nos encontramos ante una manera de
comunicarnos donde todo es licito para hacer efectiva la trasmisión del
mensaje, un lugar donde la visión, el tacto o el sonido se mezclaran en un
mismo soporte rodeando al receptor de tal manera que se ve obligado a
interactuar con el concepto. Volvemos a tener tan solo unos meses y olemos,
chupamos y miramos antes de entender lo que nos rodea. Volvemos a tener derecho
a equivocarnos.
Jorge Maruejouls
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